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Lagrimas de Triunfo

Cuando  la  enfermedad  toca  tu  puerta

En  cierta  ocasión  el  apóstol  Pablo  dijo: “ ¿Quien  enferma, y  yo no  enfermo? ”(2 Corintio.11:29) Creo  que  lo que  nuestro  amado  apóstol  Pablo  estaba transmitiendo, era que  aquellos  que  hemos decidido  servir  de  manera  desinteresada  como  lógicamente él  en especial lo  estaba haciendo, no  estamos  aislado, inmunizados de  toda  la  tragedia  que  el  mundo vive  y  vivirá. El apóstol deja  de  manera  tacita  y  contundente, que  los  que  servimos  al Señor  estaremos  expuestos  a  todo  tipo de  necesidades  y  enfermedades, por  tanto, somos  tan  mortales  y  débiles  como  cualquier  otro ser  humano, con  la única  excepción; que  nuestra  gloria  en  medio de  toda  nuestra  debilidad,  está  en saber que  Dios tiene todo bajo control.
Para el ano de 1990  experimente  una  serie de ataques  en mi  cuerpo  por  medio de una enfermedad  que  hasta el día de hoy  desconocemos  su origen. Para mi  llego  a  ser  muy  humillante y  avasallador  aquella horrible  situación. Yo  siempre  había  predicado y  orado  contra  toda  enfermedad, ahora resultaba  que  ni siquiera  mis  oraciones  tenían  un  efecto en  mi. Era  como  si  el  mismo  cielo  se  hubiera  cerrado  con candados de bronce. ¿Cuantas personas  no  llegaron  a  orar  y  reprender  todo  tipo de  espíritus  maligno ?  ¿Cuántas  campanas de  sanidad  no  fui  buscando  la  restitución de mi salud ?. Fueron  mucho los  esfuerzos y  las  preocupaciones  que  provoco  mi  enfermedad  en  mi familia, y  en algunos  verdaderos  amigos  y  hermanos en la fe.
Yo soy  una  persona de  contextura  delgada y piel  morena  y de  unos 60  kilos, pero  cuando  caí enfermo  llegue  a  pesar  unos 50 kilos, parecía  un  muerto  viviente.  Todo  mi  aspecto físico  se  demacro de  tal  manera  que  algunos  que  me  llegaron  a  visitar  oh  que  me  vieron  en  la  calle, creían  y así  me  lo  hicieron  saber; que  yo  tenía  sida. No  me  lo  tenían  que  decir, era  evidente  que  mi  aspecto  delataba  que  yo  no  estaba  nada  bien  y  lo  peor de  todo; yo  me lo  llegue a  creer. Me hice tantas  preguntas, les  hice  muchas  al Señor y  nunca recibí  una  respuesta  en  esos  primeros  días de mi convalencia. Me  sentía  solo  y  confuso, por  más  que leía  la  biblia  y  oraba, sentía  que  mis fuerzas  se  acababan. Todas  las  noches  en  mi  pequeño  cuarto  dejaba  caer  mis  lagrimas  sobre  mi  almohada. Nunca  me  llegue  a  sentir  tan  solo, sin  una respuesta  el porqué de  esta enfermedad  que  me  doblegaba, a tal  extremo  que  me  hacía   sentir  como  un  perdedor. Los  dolores  en  mis  huesos, las  debilidades  en  todo  mi  cuerpo, y  los  mareos  y desganos  para  comer iban de  mal  a  peor. Aquellos  dolores  sobre  todo  cuando  las  temperatura se  bajaban a  25  grados  eran  tan  horribles  y  torturadores  que  no  me dejaban  estar de  pie, ni siquiera  acostado  oh sentado  podía  calmarles.  Era  como  que  algo  me  estuviera  carcomiendo  la  misma  vida  desde  adentro; créanme  no  era  nada  agradable  aquello.
Pero  a  pesar de mis  noches  en  velas, los  escalofríos  y  desesperados  dolores  en  mis  extremidades, muy  dentro de mi  algo  me  animaba a  no  perder  la fe y  las  esperanza. Sabía  muy  bien  que  había  un  llamado, un  llamado  que  venía  del  mismo  Dios, y  que de  mi  dependía que  dicho  llamado  se  cumpliera. No sé  cómo  explicarlo, pero sentía  que  Dios  me  miraba  y  que esperaba  más de mi.  El  creía  en mi y  sabía muy  bien que yo  lo  podía lograr, y en  medio de  este  desierto  percibía  su  presencia, su mirada  sublime  sufriendo  y  llorando  cuando  llegaban  esos  infernales  dolores. Me  venía  aquel  pasaje  profético  que está  en el libro de  Isaías que dice:
“Mas  el  herido  fue  por  nuestras  rebeliones, molido  por  nuestros pecados; el castigo  de  nuestra  paz  fue  sobre  él, y  por  sus  llagas  fuimos  nosotros  curados.”  Isaias.53:5
Si, era  confortante  traer  a  mi  memoria  ese  pasaje, era  como  agua  en  medio del desierto, mi fe  se  fortalecía y aunque  mis  dolores  acrecentaban, mi obstinación  era  mucho  mas  agresiva  y desafiante. En  esos  días  estaba participando  ya de la radio, apoyando  a  algunos  pastores y  ministerios  de  mi  región. Uno de esos  programa  se  llamaba “ Provincias  Centrales  para Cristo “  un  programa dirigido  para una  audiencia  exclusiva de  iglesias  de  la  región  central de  nuestro  país. Los que  participaban  en  este  programa de Radio  en  su  mayoría  eran  pastores  y  ministerios de  las diferentes  iglesias. Yo  llegue  a  ser  entre  otros  pastores de la región, uno  de  los  participantes  más  fieles  en  el desarrollo  de  la  programación.  Con  el  tiempo  quizás  unos  meses  después  del  inicio  de  este  programa  pastoral, empecé  una  programación  los  últimos  tres  domingos  del ano  la  cual  titule  “Postales misioneras “ creo  que  anteriormente hable de ello así  que  no hare mención de ello aquí.  En  ese  periodo  en  el  que estaba  sumergido en  lo de la Radio  promoviendo  las  misiones  y  mi  proyecto  a Suiza, recaí de  manera  dramática. Cada  vez  que  iba a  los estudios centrales de  la  emisora  para  trasmitir  en  vivo, los  dolores  eran  mucho  más  fuertes ,  los  mareos  y  la debilidad  me  impedían  ser coherente y consistente  en el desarrollo del  programa, de  manera  que  con  mucha  pena  me  vi  obligado abandonar  el  proyecto. Mas  no por eso  la  llama  misionera  en mi corazón  se  apago, sino  todo  lo contrario, me fortalecí  dentro de mi espíritu  aunque  la  parte externa  se deshacía  lentamente. En cierta  ocasión  el apóstol  Pablo dijo  lo siguiente: “ Por  tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre  exterior  se  va  desgastando,  el interior  no  obstante  se  renueva de  día  en día. “”  II Corintios.4:16 -  Versión Reina Valera -1960
Casi  me atrevo  a  asegurar  que  cuando  a  nuestra  puerta  toca  la  indeseable  enfermedad, y en algunas ocasiones  acompañada  por  dona  sufrimiento  y  más  atrás, la muerte. Nuestras vidas  quedan  congeladas, como  un  stop  en el tiempo. Nos  llegan  aquellos recuerdos buenos  y  malos, en  algunas  ocasiones  para confrontarte  con  la realidad de  la vida, en algunos casos  si  no estamos  fundados   correctamente  nos  pueden  llevar  a  la  desesperación  y  al  pesimismo. Sobre  el fundamento  en que estemos  anclados  o  arraigados, dependerá  si  salimos  oh  nos  hundimos  en ese  amargo  momento de nuestras  vidas.  Cuando  a  mi  puerta  toco  aquella  enfermedad (Que por cierto  hasta el día de hoy  nunca  supimos que fue )  lo  primero  que se  me vino a  mi  mente  fueron  muchas interrogantes, muchas preguntas  que durante  6  meses  no  fueron  contestadas. Muchas de esa  interrogantes  estaban  relacionadas con  mi entrega, mis  años de  servicio  y  la vida  pura  que había llevado.  No  entendía  porque me  estaba  sobreviniendo  todo esto  y  si  en  todo  caso  había  algún  pecado  oculto  que  yo  ignoraba, que  por  lo  menos  me  lo hiciera  saber. Pero  no,  ni siquiera  una  amonestación,  una  palabra de  reprensión, era  como  si  el cielo se  hubiese  sellado  para mí. A  ello  se  añadió  la  opinión de  los  que  hasta  el  momento  habían  estado  callados. Creo  que  no  puedo  compararme  al  justo de Job, pero  si  experimente  lo  que este  hombre de Dios  vivió, por  lo  menos  en cuanto  a  sus amigos . No  puedo asegurar  que fue  así, pero la mirada de  muchos  y  sus  palabras  quizás  no  malintencionadas,  más  que ayudarme  y  animarme, lo  que  lograron  fue  que  me sitiera  como  un  pobre  gusano  que  merecía  estar  allí, quizás  por  un  pecado  oculto, y ahora  el juicio  de  Dios  estaba  desatándose  sobre  mí.
En este periodo  oscuro de mi vida  en que  todo  parecía  perdido, aprendí  dos cosas las cuales  deseo  compartir brevemente.
La primera, es  que  muchos  sinceros  creyentes llenos  de  la  gracia  de  Dios, con  un corazón  grande  a favor de  la  obra de Dios, creen  que  Dios  está  comprometido  a  guardarles de  toda  obra del diablo, incluyendo de enfermedades. Y no digo que no sea cierto, de hecho  la   Palabra  del Señor dice:  “ El  te librara  del lazo del cazador, de la  peste  destructora… ” (Salmos.91:3)  Versión  Reina  Valera, 1960.  Sin  duda  hay  una  promesa y  muchas  más  a  favor de nosotros  sus hijos. Esas  promesas  están  dentro del nuevo pacto hecho  por el Señor Jesucristo  a través de  su sacrificio  en la cruz, y es  gracias  a  él  y  no  porque  nosotros  la  merezcamos  oh  hagamos  algo  para merecerlas. Dios es soberano  y solo el  determina  lo que es  bueno  oh  malo  para nosotros, de  manera  que si  Dios tiene  que  permitir  como  sucedió  con  Job, una enfermedad, una tragedia  con  tal  de  llevarnos  a un  nivel superior, oh ensenarnos  una lección; entonces  él  lo  hará.  Y no  hay  nadie ni  fuerza humana  que  lo  pueda  impedir, y aun así  Dios   seguirá  siendo Dios, justo  y bueno.
Lo segundo, es  que  una  prueba  que venga a nuestra vida, no es  para  destruirnos, tampoco  marginarnos  e humillarnos. Recordar  que  la palabra de  Dios  nos dice “ Y sabemos  que  a los que aman  a  Dios, todas  las cosas  les  ayudan  a  bien, esto es,  a  los  que conforme  a  su  propósito  son  llamados. ”  (Romanos.8:28 ) Versión  Reina  Valera, 1960.  De  manera  que  una  prueba  siempre  y cuando  Dios  la  haya  permitido, tiene  como  propósito  que  nuestro Dios sea  glorificado, que  crezcamos de  manera  consecuente  y  equilibrada. Aprender de las pruebas  es  aprender  directamente  de  Dios, utilizando  en algunas  ocasiones  al mismo  Satanás  como  instrumento, es  decir, al  mismo  enemigo de nuestras  almas  para  formar  su carácter  en  nosotros.
¿Te has preguntado alguna vez, si una adversidad  permitida  por Dios  tocara  a tu puerta?. Y si  así  sucediera,  ¿que  harías?. Es  posible  que  me digas: bueno  yo no creo  que Dios  valla  a  permitir  algo semejante sobre mi vida oh familia. Pues  yo creo  que si  lo  puede  hacer, lo  que  no  va  a  permitir  es  que seas  tentado  mas  allá de  tus  fuerzas. Lo que hace  la diferencia  entre  una  prueba  que viene  como  gigante a  destruirnos, es  que  cuando  toque  nuestra  puerta  quien  la  reciba;  sea  nuestra fe. Una fe  fortalecida  y  capaz de creerle al  que  tiene  el control  sobre  la  misma  prueba; Dios. Allí  está la clave,  para  ver  mas  allá  de  nuestra vista  el  plan  y  propósito de Dios.
Aquel  año  fue  muy  amargo  y  oscuro  para mí  y para  toda  la familia.  Pero  también  fui testigo de  su amor  y de su poder. Yo soy  enemigo de  los hospitales, suficiente  tiempo  pase  dentro de ellos cuando aun siendo un niño,  sufría  de asma  y de la  que fui milagrosamente  sanado. Así  que pasarían  esos  seis  meses  tan  angustiadores, llenos  de  interrogantes y sin  sabores  confiado  en un milagro. Milagro  que  llegaría  en el  mes de Julio  de  ese  ano, 1990 en  que el  Señor  me  sanaría.  Fueron  tantas  personas  las  que  oraron  por mí, la  mayoría de ellas  pastores  y  hermanos  sinceros  y  con  una  fe  verdadera, pero  jamás  por  mas  fe  y  buenas  intenciones que  tuvieran, lograron  que me  levantara  de  mi estado  de enfermedad.
Pero  aquel  retiro  que  ya son  una  tradición  entre  las  iglesias de  mi  región, que se  llevan  a  cabo  durante  el periodo de  carnaval, no  llegaría a ser  igual, y creo  que tampoco  para aquellas  mujeres  de Dios, que ministraron  mi  vida. No  entrare  en detalles, pero  permítame testimoniales  lo sucedido  aquella  bendita  noche. Tres mujeres  a  las  que  omito  sus  nombres  aquí, nunca se  imaginaron que sus  oraciones  y sus  palabras de ánimo, tocarían  lo  más  profundo  de mi ser. Dios  las  usaría  cuando  nadie se  lo  esperaba  incluyéndome  a mí mismo,  para  obrar  el  más  poderoso  y bello  milagro  en  mi vida. Esta  perfectamente plasmado  en mi mente  aquel  momento. Allí  estaba  yo, acostado  en  una  amaca sin  fuerza, y  con  los  dolores  terrible  que  atacaban  mis huesos, sobre  todo mis  coyunturas  .  A  ello  la  agonía  de  no  poder  disimular  mi dolor,  reflejado en mi rostro. Y  para el colmo  la gente  que me conocía  y  que  años atrás yo  había  en algunos casos  ministrados, y a otros  dirigiendo  como  encargado  del  orden  dentro  del campamento, ahora  me saludaban  y  en  sus  rostros  se  dibujaba  la pena y  la  conmiseración. Créanme, eso  no es  nada  fácil, creo  que  es  más  doloroso  sentirte  impotente  y  digno de lastima , que experimentar  como  tu cuerpo  se  consume  de  dolor  y  debilidad, sin  saber  que  lo causa. Aquellas  mujeres  después del  programa  de  aquella  noche, me  llamaron  a  parte  y  con  un  sentido  genuino de piedad y amor, me  pidieron  que si  ellas  podían  orar  por mí.  Sería  demasiado  orgullo  decir  que no, pensé yo.  Pues  hay  muchos  que  lamentablemente  desprecian, y  quieren  ignorar  que  las  mujeres  al igual  que  nosotros  los  hombres, también  tienen  el  mismo  privilegio  delante de Dios de servirle  con  los dones  y talentos  que el  ha  puesto en ellas. Y  para  vergüenza  lo digo, algunas  incluso  hacen  mejor  su  trabajo  que  nosotros. Así  que  las mire  con  una sonrisa  y les  dije que si, peor  sería  no hacer  el intento después de todo  no  perdía  nada. Sin  ningún  tipo  de exageración  y  supuesta  espiritualidad, aquellas  mujeres empezaron  a  orar  por mi  durante  un largo  tiempo  sin  ningún  aparente resultado. Pasaron  unos  largos  treinta  minuto  y casi  sin darme  cuenta, estaba  desplomado  en aquel  polvoriento  suelo.  Sentía  que  un  calor  envolvía  todo  mi  cuerpo,  que  toda  mi  humanidad  era  presa  de  un  poder  que  para ese  momento desconocía. Las  lagrimas  comenzaron  a  brotar  a  raudal   como  si  se  tratase  de  un  rio  que  brotaba  a  través de mis ojos  hacia mi  exterior.  Trate de  ponerme  de  pies, pero me fue  imposible, una  fuerza (que no  era  otra  que el  Espíritu de Dios  que es una persona ) me tomaba  delicadamente  pero  con  poder, hasta  hacerme  caer  suavemente  una  y  otra vez  al  polvoriento  suelo.
Aquello  fue  algo  maravilloso  y glorioso. Lo  que fuera lo  que estaba  atormentándome, empezó  a ceder, a desaparecer  hasta  no  llegar  a  sentir nada, a  medida  como  pasaba el tiempo  en  ese  polvoriento  suelo. Todos  los dolores  desaparecieron, las naucias, los escalofríos  y  las  horribles  debilidades. Cuando  me levante de  aquel  lugar creí  que  habían  transcurrido  unos  minutos, pero  luego  me entere  que  estuve  en el suelo  orando, cantando  y dando  gracias al Señor,  por  un  periodo de cinco  horas. El Señor  había  hecho  la obra, y  para  testimonio de  todos  el Señor  se complació  de  usar  a  tres  humildes  mujeres, que  sin  saberlo  fueron  usadas como instrumento,  para  levantarme  del polvo  en donde  el enemigo  me había puesto, para  sanarme, liberarme  y  confirmar  un  llamado  que ardía en mi  corazón.
Este es un breve extracto  del libro  que estamos escribiendo, espero nos ayuden con sus oraciones para que este proyecto llegue a puerto seguro.